Pero yo quiero hablar aquí de poesía y no de política.
Al-Mu‘tamid fue un notable poeta y, durante su reinado, la cultura floreció en Sevilla. En su corte gozaron de favor los poetas y literatos, como el siciliano Ibn Hamdis, Ibn al-Labbana de Denia, Ibn Zaydún o el propio visir y poeta Ibn Ammar de Silves (1031-1086).
Este último, su mentor y amigo, le pidió perdón desde Zaragoza con este poema:
¿Acaso Silves no ha llorado por el que sufre
y Sevilla no ha suspirado por un arrepentido?
La lluvia cubrió el manto de nuestra juventud
en un país donde los jóvenes rompían los amuletos de la infancia.
Al recordar el tiempo de mi juventud, es como si se encendiese
el fuego del amor en el pecho.
Aquellas noches en que no hacía caso de la sensatez del consejo
y seguía los errores de los alocados;
condené al insomnio a los párpados somnolientos
y recogí el tormento de las tiernas ramas.
¡Cuántas noches pasamos en el Azud, entre los meandros del río,
que se deslizaba con la sinuosidad de una serpiente!
Escogimos el jardín como vecino y nos visitaba con sus regalos
que traían las manos de las suaves brisas;
nos enviaba su aliento y se lo devolvíamos aún más perfumado,
y con más suave brisa;
la brisa, en su ir y venir, parecía una chismosa,
que llevase y trajese maledicencia;
el sol nos daba de beber.
¿Quién ha visto el sol en mitad de la negra noche, sino nosotros?
Al-Mutamid se inclinó inicialmente por el perdón, pero más adelante se indignó y ya he explicado lo que ocurrió.
También visitaron Sevilla intelectuales como Ibn Hazm (994-1063), una de las figuras centrales de la cultura andalusí, el geógrafo Al-Bakrí y al astrónomo Azarquiel (Al-Zarkali).
Paseando un día a orillas del Guadalquivir con su amigo Ibn Ammar, jugaban a improvisar poemas, entretenimiento extremadamente popular en la sociedad andalusí de la época. Al levantarse una ligera brisa sobre el río, dijo al-Mu‘tamid: "El viento tejiendo lorigas en las aguas".
Ante lo cual esperaba la respuesta de su compañero. Sin embargo, Ibn Ammar no tuvo tiempo de responder, puesto que ambos oyeron una voz femenina que completaba la rima:
- "¡Qué coraza si se helaran!".
ITIMAD
I nvisible a mis ojos, siempre estás presente en mi corazón.
T u felicidad sea infinita, como mis cuidados, mis lágrimas y mis insomnios.
I mpaciente al yugo, si otras mujeres tratan de imponérmelo, me someto con docilidad a tus deseos más insignificantes.
M i anhelo, en cada momento, es tenerte a mi lado: ¡Ojalá pueda conseguirlo pronto!.
A miga de mi corazón, piensa en mí y no me olvides aunque mi ausencia se larga.
D ulce es tu nombre. Acabo de escribirle, acabo de trazar estas amadas letras: ITIMAD .
TRES COSAS
Tres cosas impidieron que me visitara por miedo al espía y temor del irritado envidioso; la luz de su frente, el tintineo de sus joyas y el fragante ámbar que envolvía sus vestidos. Supón que se tapa la frente con la amplia bocamanga, y se despoja de las joyas, más ¿Qué hará con su aroma? http://es.wikipedia.org/wiki/Al-Mu%27tamid Foto: mmhr (septiembre/2012) |
4 comentarios:
Mercedes, ando repasando un ratito tu blog, y aprecio, que en cada post veo tu amor a la historia de nuestra tierra y el amor y sensibilidad que desprendes. Sigo mirando.
Un beso, guapa, buen domingo.
Sería excelente como poeta, pero terrible como amigo. El hombre: dios y demonio al mismo tiempo.
Un beso.
Muchas gracias, María. Besos.
Eso parece, Pedro. Cosas de la política. Besos.
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