Puerto de Ribadeo (Lugo, Galicia). Fotos. mmhr/2009

martes, 7 de octubre de 2014

Oposiciones: la definitiva

          Decían que ese año era el nuestro y la verdad parecía que tenían razón. La LOE permitía un sistema de acceso transitorio a la función pública docente que reconocía la experiencia profesional de los funcionarios interinos. Parecía, visto desde fuera, un coladero, ¡vamos! que nos iban a dar las plazas regaladas.

        Yo sabía por experiencia que la polémica estaba servida, para algo había pasado ya por la transitoria 1991/92/93, que generó enfrentamientos entre opositores libres e interinos, impugnaciones, denuncias, etc. En 1991, hubo asignaturas en las que sin sacar al menos un cinco en el examen (con la famosa encerrona y posterior exposición oral y debate) se dieron plazas. No fue el caso de Geografía e Historia, en las que algunos libres llegaron a sacar un diez y al no tener puntos, se quedaron sin plaza (como yo, aunque saqué un poco menos).

        Había en el curso 2007-08 ambiente de estudiar oposiciones en el instituto, dónde muchos éramos interinos. Todos los días, sin excepción, se sacaba el tema en las conversaciones. Que si cómo llevas la unidad didáctica, que si tú sabes si yo tengo derecho al informe o no, que cómo estás haciendo la programación, mira que llevando veinticinco temas tienes x% de probabilidades, etc., etc.

         Sin embargo, me pasé el primer trimestre sin estudiar. Estuve preparando la programación y la unidad. Mis compañeros y la mayoría de mis amigos, iban a academias; decían que teníamos que ir muy bien preparados, que los tribunales vieran que además de experiencia profesional, también nos sabíamos el temario. Yo no fuí a ninguna academia, tenía un viejo temario, resúmenes de los temas que había ido haciendo a lo largo de tanto tiempo de opositora. Tengo que admitir que me compré una guía para programar y me harté de mirar en la red.

          El segundo trimestre, agobiada porque el tiempo pasaba y no terminaba los documentos (programación y unidad didáctica). La unidad la entregamos en abril. Y seguidamente me puse a redactar la programación.

          Y seguía sin estudiar los temas. Estaba hecha un lío, no estaba segura de querer sacarlas. Tenía una segunda oportunidad en 2010.

          En mayo saqué el temario y elegí una serie de temas para estudiarlos. Quería prepararme un tercio (¿eran setenta y dos o setenta y seis?). ¡Qué locura! ¿O no? Hay que tener en cuenta que casi me sabía el temario completo, pero muy por encima.

        Sobre el veinte de mayo una compañera, de las más jóvenes, sustituta, con casi nada de puntos y que no paraba de estudiar y de la que guardo un cariño muy especial, vino hacia mí en la sala de profesores y me dijo: saca un número. ¿Un número?- pregunté, sin saber al principio para qué sería-. Volvió a decírmelo y al ver a las otras compañeras opositoras, ya me dí cuenta de lo que quería. -Anda, que estáis histéricas -le respondí. Finalmente, acabé diciendo: -bueno, voy a cogerlo para que os quedéis tranquilas-.

Me acerqué a ella y mostrándome una bolsa, me dijo que metiera la mano. Así lo hice, saqué un número, el quince.

        ¡Vaya, el quince! Es el único tema que recuerdo como se titula. El título es "Canadá y EE.UU. Geografía física y humana". Me lo sé porque es un tema que me encanta, siempre me lo preparo con gusto. Pues esta tarde me lo voy a estudiar -dije- y me marché para mi clase, sonriendo, mientras ellas hacían lo mismo.

         Esa tarde, dicho y hecho. Cogí el tema quince, me lo leí una vez. Luego repasé el resumen que había hecho hacía cinco o seis años antes.

         A la semana siguiente, volví a cogerlo. Bueno, no vayáis a pensar que no me estudié ninguno más. Me estudié, por encima , varios más. Como decía, cogí el quince y decidí hacer un resumen nuevo. Le pedí a mi hijo (que se las estaba preparando también, pero un temario de otra academia) que me dejara el suyo para compararlos. Después de leerlo me decanté por el mío y lo resumí.

        El tiempo corría y ¡llegó junio!

        Es difícil, por no decir imposible, preparar oposiciones, siendo una aprendiza de superwoman, con trabajo a doble jornada...

       ¡Llegó junio! Sortean los tribunales y ¿a dónde voy yo? A Jaén. Yo había pedido examinarme en Sevilla por razones obvias. Te evitas desplazamientos, gastar dinero en gasolina (con la cara que está), en hotel, comidas...

       Me dieron permiso en el instituto, todos asombrados de que me enviaran a la otra punta de Andalucía.

        El acto de presentación fue un viernes a las seis de la tarde. Estando en la puerta del pabellón deportivo del IES jiennense, bajo un Sol de justicia, y un techo de uralita insuficiente para que todos nos refugiáramos, me encontré a dos amigos de Sevilla, mayores que yo y charlábamos cuando se acercó un señor y nos preguntó que si éramos del tribunal nº tal. Le dijimos que sí, pero alguien se dio cuenta que él no era un opositor, sino un miembro perdido y despistado del tribunal, un examinador. Se deshizo el malentendido y el señor, azorado, fue a buscar al resto del tribunal.

        Empezaron a nombrarnos. Fue rápido. Nombrar, identificar y entregar la programación y los méritos. teníamos que esperar a que nos informaran sobre como iba a ser el proceso, las normas, etc.

        Estoy sentada al lado de un chico y una chica, de la edad de mi hijo, que me preguntan y les explico algunas cosillas... De pronto un tipo con bigote, pasado de moda, con una lista en al mano, me señala con el dedo y grita: ¿tú eres fulanita de tal? Sí- respondí- ¿Por qué? ¿Me conoces? ¿Hemos trabajado juntos?- le digo. Todo un grupo pendiente de nosotros. -No, es que tú eres la que tienes más puntos de experiencia- me dice. Me quedé muda y cabreada por los malos modos de este tipo. Por cierto, le contesté que no era la primera, su lista no era tan buena como el pensaba. También yo había hecho algunas averiguaciones. Más tarde, le ví de nuevo y me dirigí a él, por lo menos quería saber quién tenía ese interés por mis puntos. Me dijo su apellido y que era de Madrid, que yo no podía conocerle. Me quedé :- o

         Como no había conseguido hotel, me vuelvo para Sevilla.

         Domingo, cuatro de la madrugada, salgo para Jaén. El examen es a las ocho en la Universidad.

          Otra vez identificación, dejar los bolsos y móviles, ipod y cualquier aparato susceptible de servir para chuletas. Un guardia de seguridad revisa mesas y asientos a conciencia. Entramos.

          El presidente del tribunal nos pregunta cuántos tenemos derecho al informe (todo el que tenga más de un año de experiencia en la enseñanaza pública y mismo nivel) y levantamos la mano el 70%. Soy consciente de que hay mucha competencia, la media de edad está en más de cuarenta.

          Sorteo de los temas. Se sacan cinco bolas de setenta y seis, a elegir una. Un compañero de Jaén saca las bolas. El secretario las canta y levanta acta.

Primera bola- dice el secretario- La niña bonita. Mientras él apunta en la pizarra yo no quepo en mí de gozo, tengo ganas de gritar, saltar y hasta darle un beso al que ha sacado la bola. Así que el número quince, sí, el que yo me había repasado.

         Vagamente (porque estaba en una nube) escuché los otros temas, pero ni los apunté, sé que todos los podría haber desarrollado. Pero elegí el mío, la niña bonita.

          Dos horas, sin levantar los ojos del papel. Cuando avisaron que iba a acabarse el tiempo, ya estaba yo terminando. Casi todo el mundo se había ido ya. Lo entregué y salí.

Fuera, el tipo del bigote me preguntó que tema había hecho y me dijo que él había hecho otro.

         Parece ser que casi nadie había elegido ese tema, menos competencia para mí.

A la semana siguiente tocaba la defensa de la programación...mmhr/2012


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