Puerto de Ribadeo (Lugo, Galicia). Fotos. mmhr/2009

martes, 27 de agosto de 2013

El cambio (XI)

Capítulo XI

En España estuvo poco tiempo pero suficiente. Suficiente para finiquitar su actividad en el bufete y encargar a una agencia el alquiler de su casa. No tenía pensado asentarse en ningún lugar y, ahora que el crudo invierno había llegado, decidió que lo mejor sería buscar un destino cálido en el hemisferio sur. Siempre había querido conocer Australia y Nueva Zelanda, también le atraía…Demasiado lejos, pensó, pero, lejos ¿de qué o quién? Ningún lugar le retenía; nadie, excepto el sr. Wilcox le había pedido que se quedara en algún lugar. Se había entregado a su profesión durante años y atrás fueron quedando amigos y algún que otro novio. Era extraño pensar que un anciano al que había conocido hacía pocos meses se mostrara ante ella tan familiar… ¿América del sur? ¿Centroamérica? Poco a poco se fue adormeciendo hasta entrar en un profundo sueño.
Se despertó temprano, aún no había amanecido, y recordó Praga. Una estancia interrumpida por la desaparición de Mr. Wilcox. Una sonrisa se esbozó en su rostro. ¿Por qué no? Praga estaba bien, muy bien, y que más daba que hiciera mucho frío en invierno; además estaba acostumbrada al frío de Madrid.
Esta vez fue a una agencia e hizo la reserva: billete solo de ida (la empleada insistía en que le saldría más barato el billete de ida y vuelta, pero es que no lo necesitaría). Tenía una semana por delante y esta vez sí preparó equipaje, facturando varias maletas.
La navidad es un tiempo en el que en muchas ciudades europeas se crea una atmósfera especial. Los mercadillos atraen a miles de personas que desafiando el frío se pasean por ellos buscando artículos decorativos, regalos, etc. La iluminación alegra las calles del centro e invita a pasear por ellas, bien abrigados, por supuesto. En Praga es famoso el ambiente navideño y, sobre todo, la noche de fin de año en la que se lanzan fuegos artificiales y la gente brinda en las calles por el año nuevo.
Laura se instaló en otro hotel pues no guardaba un buen recuerdo del anterior. El día de navidad era para ella un día más, hacía mucho que no lo celebraba. Praga era una ciudad gélida y la temperatura máxima era de 2 ó 3º. Se dedicó a hacer turismo y visitar aquellos monumentos de los que tanto había oído hablar. El día treinta y uno cuando estaba tomando café en un céntrico establecimiento, viendo a la gente pasar llenas de paquetes, alegres, a pesar del frío glacial que enrojecía sus caras, pensó que debía celebrar el Año Nuevo. En el hotel había una cena, muy formal como era de imaginar, pero iría aunque estuviera sola.
Volvió al hotel y se dirigió a la peluquería. Tres horas después salió bastante transformada y subió a su habitación. Eligió un vestido negro, muy apropiado, y bajó al salón en el que se celebraba la cena de fin de año. Una orquesta tocaba unos compases y muchas mesas estaban ya ocupadas. El maitre la acompañó a la suya. Todo el salón estaba profusamente decorado, en exceso, pensó. La cena era exquisita. En un momento dado, tras la cena, comenzaron a servir champán y de una de las mesas cercanas se levantó una señora dirigiéndose hacia ella. Cuando llegó a su mesa, la saludó y la invitó a unirse a su grupo, diciéndole en un fluido inglés que no era noche para estar sola. Aceptó agradecida.
Los fuegos artificiales desde el barco
El grupo, formado por unas diez personas, había llegado el día antes procedente de Roma. Eran turistas alemanes. Se presentaron y le dijeron que querían ir a ver los fuegos artificiales e iniciar el Año Nuevo en la Plaza de la Ciudad Vieja; una pareja comentó que el recepcionista le había dicho que otra opción era pasear por el río Moldava en un barco de vapor y ver desde él los fuegos. Se decidieron por esto último. Pidieron información y uno de los camareros les dijo que les podía conseguir plazas en un barco…
Bien abrigados se fueron hacia el puerto y allí embarcaron. También allí había orquesta. Bailaron, bebieron, siguieron bailando y bebiendo. La noche se consumía y Laura se estaba divirtiendo mucho. Hacía mucho que no lo pasaba tan bien; ver el espectáculo de los fuegos desde el barco fue una buena decisión y aceptar la invitación de los alemanes fue lo mejor que pudo hacer pues formaban un grupo alegre y bullanguero, con muchas ganas de fiesta. Nunca olvidaría esta entrada de año, pensó.
Varios días después paseaba por la Ciudad Vieja cuando oyó que alguien la llamaba.
-¡Srta. Vaz! ¡Srta. Vaz!
Se volvió y se encontró de cara con el inspector Nováck.
Calle bajo el puente (gentileza de gloriainfinita)
-¿Qué tal está srta. Vaz? ¿Cómo es que está de nuevo en Praga? No vaya a pensar que me molesta, en realidad, me gusta haberla encontrado.
- Hola, inspector Nováck. ¡Qué casualidad! Estoy bien, gracias. He vuelto porque en mi primer viaje no tuve la oportunidad de conocer bien esta preciosa ciudad.
No le había hecho ninguna gracia este encuentro.
-¿Está sola? ¿Se aloja en el mismo hotel?
-Pero, bueno, sr. Inspector ¿va a interrogarme?
-No, ¡por Dios! Desde luego que no. No tengo motivos –dijo, esbozando una sonrisa – Permítame invitarla a un café, por favor.
- Bien, si viene en son de paz, se lo acepto –contestó Laura.
Se dirigieron a un café cercano. Mientras se tomaban el café, el inspector le preguntó por el sr. Wilcox y Laura le explicó que estaba perfectamente y cambió la conversación. Él le preguntó hasta cuando estaría en Praga y Laura le dijo que iba a estar una temporada, que no tenía billete de vuelta, que se había tomado un año sabático (le dijo esto para que no le preguntase más).
Cuando se despedían, el inspector le dijo:
-Unos días después de marcharse fue a la comisaría un americano preguntando por ud.
-¿Por mí? ¿Un americano? –dijo Laura, extrañada.
-Sí. Me dijo que vio su foto en los periódicos cuando apareció Wilcox y que quería ponerse en contacto con ud. Me insistió mucho y le di la dirección del hotel por si allí le podían decir algo sobre ud.
-¡Qué extraño! ¿Quién será?
- Me dejó un sobre con una nota por si ud. volvía o por si yo conseguía contactar con ud. Lo tengo en mi despacho. Puede venir si quiere y se lo doy.
- Gracias. Hoy ya es tarde pero mañana me pasaré si puede ser.
- Por supuesto, srta. Vaz.
Se despidieron y Laura tomó un taxi para ir al hotel. ¿Quién sería ese hombre? Conocía a varios americanos con los que se había relacionado en su trabajo, seguramente sería alguno de ellos. Mañana saldría de dudas. Mmhr (septiembre/2012)
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4 comentarios de Free Like the Wind

libertadveinte dijo (perdido)

merhum dijo

Muchas gracias, libertad, a ver que sucederá .
Un abrazo.
14 Septiembre 2012, 22:40

dezabaleta dijo

Desde luego sabes escribir...un verdadero guión !
Excelente!
10 Septiembre 2013, 17:48

merhum dijo

Hola, Mark. Muchas gracias, pero solo soy una aprendiza. Este verano me he dedicado a leer más que escribir, pero he ido anotando ideas para desarrollar este guión/novela. Saludos.
10 Septiembre 2013, 18:50



2 comentarios:

Trastoteca dijo...

Un blog muy interesante.
Un saludo,
Óscar

mmhr dijo...

Muchas gracias, Óscar. Saludos.

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