Los buitres giraban en círculos. Habían observado una presa herida, tambaleándose monte abajo. Era un cervatillo. Un cartucho, disparado por un cazador le había llenado el costado de plomo y sangraba. Buscaba a su madre, se había perdido. Los buitres seguían su rastro desde el aire, eran unos doce o trece. Finalmente, el cervatillo se desplomó, rodando hasta el fondo del valle. Los buitres fueron llegando y se dieron un banquete... Por el monte, el cazador buscaba su presa. Cuando llegué yo, sólo encontré huesos y bolas de plomo. Recogí las bolas y las guardé en mi mochila para llevarlas al punto limpio.
Otro gran artista que se pierde El País
Hace 5 horas
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