Puerto de Ribadeo (Lugo, Galicia). Fotos. mmhr/2009

viernes, 16 de septiembre de 2011

¿Por qué me gusta ser profesora?

          Recepción de alumnos de 1º de ESO (doce a catorce años):
         1. Equipo directivo recibe en el hall del instituto a los alumnos de 1º de ESO y los ordena en filas.
         2. Les dan la bienvenida y les comunican que van a ir entrando en orden, por grupo y subirán a la 2ª planta donde están sus aulas, acompañados del profesor/a tutor/a. Deberán ir tirando los chicles en la papelera que se ha colocado al efecto en la puerta.
        3. Soy tutora de 1º ESO. Cuando les toca entrar, unos pocos protagonizan una estampida escaleras arriba. Tengo que apartarme para que no me tiren por las escaleras.
       4. Hemos llegado. Ellos antes que yo (ya sabéis aquello de "trabaja, pero seguro").
       5. En la retaguardia se colocan los repetidores y empiezan a vociferar. Todo lo yo os cuente no tiene nada que ver con la realidad.
       6. Me presento, y empiezo a pasar lista, diciéndoles que tienen que sentarse de uno en uno y por orden alfabético. El jaleo aumenta.
       7. Pobrecitos los nuevos, tienen unas caritas de asustados...
       8. Ya se han hecho notar cinco o seis, repetidores: grandullones/as, descarados/as, y ya empiezan a meterme prisa porque se quieren ir a la piscina. Calor agobiante.
       9. Ante el pésimo comportamiento, verbalización, falta de respeto, no acatar mis indicaciones, etc., decido expulsar a la alumna que más se hace notar. Le digo que deberá estar en el pasillo hasta que yo considere oportuno que vuelva. No se calla allí tampoco...
      10. Parece que los demás se van apaciguando. Voy descubriendo que algunos de los nuevos lo van a a tener muy crudo ante estos energúmenos porque son muy tímidos. Un chico es incapaz de abrir la boca para presentarse.
     11. Indico a la chica expulsada que entre después de una oferta de negociación. Entra, se sienta y a los cinco minutos comienza otra vez a fastidiar. La expulso de nuevo. Cada vez hace más calor.
     12. Lo que iba a durar como mucho 45 minutos, se alarga. Las continuas interrrupciones no permiten que lo hagamos en el tiempo previsto. Estamos el doble de tiempo que el resto de grupos.
    13. Cuando doy por terminada esta sesión, les voy dejando marcharse de cinco en cinco, excepto a los tres que se han portado peor.
    14. Les hablo bien claro, que sepan cuáles son las normas (deberían saberlas, en realidad, las saben, pero pasan) y que no les voy a permitir que las incumplan. En caso de que lo hagan se les aplicarán las sanciones recogidas en el reglamento.
    15. Probablemente, mañana volveremos a lo mismo.
    Informo a algunos de mis compañeros para que vayan "con la escopeta cargada" y no dejen pasar ni una a los ¿desmotivados? ¿Aburridos? ¿Maleducados? Alguno, asombrado, me dice ¿y ya el primer día has expulsado a alguien? Como no me conocen, no saben que soy de las que suelo expulsar rara vez y que me han dado el premio a la paciencia en varios institutos...Generalmente, los alumnos expulsados no suelen mejorar su comportamiento, salvo contadas excepciones. Pero hay circunstancias en las que hay que hacerlo por el bien del resto de la clase y por la salud mental del profesor.
     Por la tarde, me reuno con los padres para hacerles entrega del cheque-libro. Los padres de los nuevos alumnos me preguntan que ha pasado en clase, un chico llegó llorando, otros se quieren cambiar de clase, otro, asombrado, le ha dicho a su madre las palabrotas que la alumna expulsada dijo, etc. Todos los padres que han venido me ofrecen su apoyo y colaboración. Por desgracia (o quizás, por suerte para mi) no han venido los padres de la susodicha alumna.
     Esto es lo que hay, normalmente. Este es un instituto bueno. No voy a permitir que estropeen a veinte alumnos buenos, educados y con interés ni que saboteen mi trabajo.
     Cuando me dirijo al aparcamiento, después de once horas (no voy a quejarme, este trabajo es así: a lo mejor un día te llevas un montón de horas y al día siguiente tienes dos clases), una madre de muy malos modos se me acerca y empieza a hacerme una pregunta, agarrándome del brazo. La hija está al lado y es una de las que por la mañana "han destacado" y va la señora y me dice que la culpa la tiene ¡el gobierno! No les voy a decir lo que pasó por mi cabeza, aturdida ya por el cansancio. Sí, mire usted, me dice la señora. Yo he criado a mis dos hijas mayores y no me han dado problemas pero esta (de pronto, le da un grito a la niña ¡que te he dicho que no te pintes tanto los ojos, que solo tienes trece años! ¡Hay que ver la poca vergüenza! dice. La hija le contesta gritando también algo que no puedo repetir). Total, le informo que mañana le solucionaré lo del cheque-libro, me da las gracias y se va peleando con la hija. Ah, no les he explicado lo de que la culpa de la mala educación de su hija la tiene le gobierno. La señora dice que si los profesores y los padres -en ese orden- pudiéramos darles una buena "hostia", como antiguamente, a los niños, no estarían así; que, claro, si lo hacemos, los niños denuncian a los padres, o los padres denuncian a los profesores...y es que el gobierno es el culpable por hacer esas leyes...
      Su hija y dos compañeros -de los tres ya sé sus nombres- se quedan mirando mi coche... Creo que mañana o pasado tendrá nuevas rayaduras. Son cosas normales, mejor ni pensarlo.
     Son las tres de la mañana, estoy agotada, pero no puedo dormir y vaya rollo que os he largado ;-)
mmhr/2011

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