Sí, otra vez tuve que "sufrir" al presidente charlatán.
Miraba las listas dónde se habían publicado los tribunales de oposiciones de secundaria. Comprobé cuál me había tocado, bien, al menos, era uno de aquí aunque estuviera en la otra orilla del río.
El tipo de examen, una vez acabada la transitoria volvía a ser mucho más duro. El día del primer examen, el práctico - que era en el que se solía hacer la primera criba - iba subiendo con unas compañeras hacia el aula que nos había tocado, cuando entre la masa escuchamos a una chica preguntar ¿qué es un alodio? ¡Vaya! - le dije, en tono de broma, a una de mis mejores compañeras que estaba a mi lado - Esta sabe menos que nosotras. Realmente era una pregunta rara. Un alodio es una heredad, patrimonio o cosa alodial. Muy usual en el léxico feudal para designar la tierra libre de toda carga, prestación o dependencia. Pero era una pregunta muy específica para el momento...
El examen práctico era siempre diabólico, rebuscado y constaba de prácticas de arte, geografía e historia. No sé cuánto duró aquel año, pero normalmente solía durar cuatro horas con un breve descanso en medio.
Empecé a leer el examen: las prácticas de geografía, tres, una de las cuáles era incomprensible. Tengo que decir que esto no era selectividad, el examen eran fotocopias en blanco y negro de ínfima calidad y muchas veces, borrosas. Los textos históricos, podía defenderlos; uno de la monarquía absoluta y otro del feudalismo, podía hacerlos; sobre el tercero, en principio, ni idea, habría que leerlo varias veces para adivinar de qué se trataba. Las obras de arte...Recuerdo un grupo escultórico, después supe que era la obra de Rodin "Los burgueses de Calais", pero en la fotocopia no se advertía poco más de una maraña de líneas, ni volumen...bueno, a lo mejor, es que yo estaba en Babia. ¡Qué mal rato!
Hice un poco de todo. Por cierto, en el texto del feudalismo aparecía (Ohhh!) la palabra "alodio"; en el descanso lo comentamos mi amiga y yo, estaba clarísimo que hubo filtración del examen.
Terminé y salí, deseando llegar a mi casa para refrescarme. Bueno, ya he terminado - pensé - hasta la próxima convocatoria.
Varios días después me llamó una mis compañeras para ¡felicitarme! Decía que había aprobado y que tenía que hacer el segunto examen, el teórico. No me lo podía creer, era la primera vez que aprobaba la parte práctica. Fuí a la sede del tribunal a comprobar la nota. Efectivamente tenía un cinco. Aquel curso había hecho tres sustituciones y había tenido que dar casi todas las asignaturas de mi especialidad y eso me valió para aprobar el práctico, estaba claro.
Dos días después era el examen teórico: había que desarrollar un tema por escrito, que salía por sorteo. No me gustó nada el que salió, no era de los que solía prepararme pero lo hice. Luego nos citaban para leerlo públicamente ante el tribunal. Nos citaban a unos pocos cada día a las ocho de la mañana y nos decían a la hora que le tocaba a cada uno; a mí, me tocó a las trece treinta.
Las lecturas se fueron retrasando y cuando me iba a tocar a mí, salió el presidente charlatán y me dice "vamos a terminar muy tarde..., hace mucho calor... (era un viernes), que si no me importaba podía leerlo el lunes". ¡Dios! con los nervios que tenía de estar allí toda la mañana y las ganas de terminar ya, no me lo podía creer. ¿Cómo iba a estar todo el finde pensando en presentarme a la lectura? Quería terminar ya, así que le dije que quería leerlo ya, que estaba muy nerviosa...Supongo, que metí la pata al no hacerle caso...Dos años antes, cuando iba a exponer el tema (entonces solo era el examen oral) a las dos de la tarde, decidió el tribunal hacer un descanso y que fuera a las cuatro a hacerlo.
Se metió dentro del aula, me llamaron y lo leí. Me quedé tranquila y me marché a mi casa.
Hay que conocer la caló de Sevilla en julio, y a esas horas nos metemos en casa y no se sale hasta las diez.
Cuando se publicó la nota, fui a verla: no había aprobado. La verdad es que el examen no era brillante pero si estaba para aprobar.
Cuando iba camino de la parada del autobús, veo al presidente por la acera de enfrente, cruzó la calle en diagonal hacia mí, se acerca, se planta ante mí, pone sus manos en mis brazos y me da un beso en cada mejilla ¡cómo si fuéramos amigos! pero, ¿de qué va este tío? - pensé - y me dice "lo siento mucho, señorita, otro año será" . El presidente charlatán, me conocía muy bien al parecer. Y yo le contesté "eso me dijo ud. hace dos años y aquí estoy". Se quedó mirándome, sorprendido, "¿hace dos años se examinó ud. en mi tribunal? Sí - contesté - . Entonces me dice "Pues ya no voy a ser más presidente del tribunal" y le digo "Pues muy bien" y me mordí la lengua porque le hubiera dicho más...
Repelente, de verdad, era repelente e impresentable, al menos, para mí. Su mirada de baboso...
Volví a verlo, en otra ocasión, cuatro años después. No, ya no era el presidente, simplemente la sede de mi tribunal estaba en el instituto del que era director, en una provincia diferente a la de mi residencia y hacía de anfitrión y asesor para el presidente de ese año...
Todavía pasaron algunas convocatorias más hasta que llegó la definitiva para mí. mmhr/2020
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