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La grandiosidad de sus bóvedas, iluminadas para mayor satisfacción de conductor y acompañantes, y los cerca de 300 metros de recorrido conceden una sensación desconocida frente al volante. Es fácil deducir que esta inmensa caverna ha sido desde siempre el único acceso a la aldea de Cuevas del Agua. Un paso que anteriormente discurría por un vial habilitado por los vecinos, y que la modernidad y la urgencia de las comunicaciones, convirtió en el último tramo de una carretera local que muere poco después de atravesar la cueva.
Ideal para visitas de escolares pues conserva unas excelentes formaciones calcáreas, y es un campo de experimentación privilegiado para los más pequeños, que acompañados de sus profesores pueden iniciar su primer reconocimiento de un medio a menudo poco accesible. Es fácil así identificar las diferentes zonas de la cueva, aquellas donde se desarrolla la vida, sea en el límite con la luz, en la oscuridad total, en el medio terrestre o en el acuático. Se catalogan las algas y hongos, líquenes, musgos, helechos, condicionados siempre por la mayor o menor luminosidad. También la fauna cavernícola: los huéspedes ocasionales y los que la habitan permanentemente, con especial hincapié en los murciélagos. Los niños también efectúan mediciones de temperatura, humedad, luz…
Mis fotos os pueden dar una idea de ella pero la realidad es mucho más impresionante, al menos, a mi me lo ha parecido.
Se han habilitado dos espacios para aparcar, uno en cada sentido, con idea de que la gente no pare con el coche en el interior; no obstante, todavía los hay que paran -con el motor en marcha- formando atascos en el interior. Lo ideal es aparcar antes de entrar, recorrer los 300 m -con ropa clara o reflectante para que los conductores puedan veros-, y siempre extremar las precauciones mientras caminamos por su interior. Al salir ya estamos en Cueves la pequeña aldea que podemos recorrer en pocos minutos. Hay un merendero y un restaurante.
El pueblo de Cueves goza además de una situación privilegiada, su orografía envidiable a orillas del río Sella y al pie de la montaña, unido a su peculiar acceso (aunque también hay una estación de FEVE) la convierten de alguna manera en una auténtica aldea pérdida, donde se conservan como en pocos lugares las señas de identidad de la vida rural. Se trata del pueblo del municipio con mayor número de hórreos. Junto con las cercanas poblaciones de Tresmonte y Xuncu ofrece numerosos elementos etnográficos y muestras de arquitectura tradicional. La teoría también se aplica en la Ruta de los molinos, senda que parte del propio pueblo y que resulta especialmente interesante porque permite asistir in situ a una demostración de cómo funcionaban estos ingenios hidráulicos de otra época.
La Cuevona es, en suma, el único paso a un paraje no inaccesible, pero si sorprendente, casi secreto, donde la tranquilidad es la misma que siglos atrás, y donde casas y hórreos conviven con el río silencioso, los hombres a caballo, las vacas y gallinas por los caminos, las hortensias y las coles.
Fotos: mmhr/julio-2015
2 comentarios:
Impresionante....
Gracias
Realmente es así, Mark. Saludos.
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