Aviso: no es obligatorio leer este post. Quedan uds. advertidos.
Julio, 1992. Amaneció un día caluroso, en Sevilla, íbamos a tener un día de aúpa. El tribunal que nos había tocado a un grupo de compañeros y amigos tenía su sede en un centro casi a las afueras, en el que yo había estado el curso anterior trabajando.
Habíamos quedado un grupito de cinco en ir juntos en el mismo coche. Les avisé sobre el calor de aquel edificio, donde predominaba el hormigón. Anteriormente allí estaban las instalaciones de un periódico.
Ese año sólo había un examen oral de un tema, que tú elegías tras sacar tres bolas. A continuación te encerrabas, con tu material, lo preparabas y a las dos horas salías y lo exponías ante el tribunal. Al acabar había un tiempo de debate.
Nos citaron a las ocho de la mañana para darnos el horario de actuación, me tocó las dos de la tarde. Es decir, que a las dos me encerraba y a las cuatro exponía. Para los que no lo sepan, les recuerdo que las oposiciones de enseñanza no universitaria se celebran en Andalucía en el mes de julio.
Sobre las doce, los limpiadores del instituto comenzaron con una manguera a regar aquel pasillo de hormigón en el que estábamos esperando nuestro turno, con idea de refrescar de ese modo el ambiente.
El aula donde se exponía permanecía abierta por el calor y aunque las exposiciones
eran públicas casi nadie entraba, para no poner más nerviosos a los opositores. De pasada, camino de la cafetería (abierta por la mañana porque la secretaría del centro estaba funcionando) a por un refresco, escuchamos a uno de mis amigos, tartamudeando. ¡Qué horror! Bien preparado como está, con treinta y tantos, y con más cuerpo que un roble y ahí estaba hecho un flan.
A las trece y treinta, el secretario del tribunal salió y nos dijo que iban a cortar para comer y que luego seguían. Así que a mí, que estaba en puerta, ya no me tocaba hasta las cuatro .
Me fuí para casa, almorcé, me dí una ducha y poco antes de las cuatro ya estaba allí. Ya no estaba la cafetería abierta y los limpiadores se habían ido, sólo estabámos el tribunal y tres o cuatro opositores.
Me nombraron y entré en el aula, con mi maleta repleta de libros y temas resumidos. ¡Sóla ante el peligro!
Después de identificarme, saqué tres bolas (de un bingo de juguete en el que sólo había 72 bolas, una por tema). Tomaron nota de los temas a los que correspondían y me acompañó un vocal al aula del encierro. Yo estaba nerviosa, pero de alegría. Uno de los números recordaba que correspondía a un tema que apenas había estudiado porque me lo sabía muy, pero que muy bien. Era un tema que resumía los dos años de mi especialidad. Me había tocado el bingo.
A los diez minutos de mi encierro, entró el vocal que me había acompañado, llevaba una botellita de agua y un vaso, se lo agradecí y después me preguntó qué tema había elegido. Se lo dije y creo que notaría mi alegría en el brillo de mis ojos y mi sonrisa. Y es que no supe disimular, aunque ¿tenía que hacerlo? ¿Para qué? Probablemente para que ellos no se lo prepararan tan bien.
A las seis de la tarde vino el mismo señor a buscarme y me llevó, amablemente, la maleta, que pesaba mucho.
Saludé y me presenté al tribunal y expuse un breve planteamiento del tema.
Os comento, que mi especialidad es la historia de América y el tema abarcaba desde el descubrimiento por Colón, la conquista y colonización, exploración e independencia. Amplísimo tema para exponer en una hora.
Comencé la exposición y casi todos iban asintiendo y haciendo gestos de aprobación, excepto la única mujer que había. Cuando terminé, se inició el tiempo para el debate. La vocal, que yo había oído que era geógrafa, me indicó que no habían quedado muy claras las rutas de exploración. Se las expliqué y asintió. Otro me preguntó algo, de lo que ahora se ha hablado mucho con la crisis: sobre los gobiernos neoliberales en ese continente. Les hablé y anuncié lo que iba a ocurrir, por cierto, lo que ha pasado en estos últimos años. Creo que dudaba mucho de mi respuesta, pero no dijo nada.
El presidente del tribunal me felicitó, demasiado desde mi punto de vista y algunos de los vocales también. Me preguntó cuántos años llevaba trabajando y ahí si que me quedé dudando si debía o no responder. Me explico, yo sólo había trabajado unos seis meses, no tenía ni un punto de experiencia (el máximo era seis) y en aquellas oposiciones los interinos con muchos puntos llevaban las de ganar; por otra parte, el tribunal no podía saber los puntos que teníamos y que baremaba una comisión aparte...; por mi edad, podía pensar que llevaba muchos puntos de experiencia.
Y entonces, pensé tanto y tan rápido, y todavía no sé sí lo hice bien o me perjudiqué. Yo creía que no era ética la pregunta y algo tenía que responder, así que le dije que llevaba trabajando muchísimo menos de lo que podía parecer.
El presidente me dijo que se notaba que era una estupenda profesora, que tal y que cual, que ojalá tuviera el placer de trabajar conmigo, en fin, blá, blá...Este señor siguió hablando de mí con otras personas y su felicitación trascendió fuera del ámbito del tribunal, llegando de nuevo a mí, por un conducto ajeno a aquello.
Tanto blá, blá, ¿para qué? Para ponerme un cinquillo, que evidentemente no me sirvió de nada, bueno sí, por lo menos para decir que había aprobado el examen.
A una de mis amigas también la felicitó, y mucho blá, blá, igualmente este presidente, charlatán, llegó a comentar que una opositora llamada Carmen Pérez (nombre ficticio), lo había hecho estupendamente, que se habían quedado maravillados, que tal y que cual..., total que llamaron a mi amiga, desde otra provincia, unos familiares a los que le había llegado el hilo del blá, blá... Esta amiga mía lloró cuando vio la nota, la habían suspendido, tenía un 2'3. Total - nos dijimos- el próximo año será el nuestro y nos fuimos a tomarnos unas cervecitas.
Siento el rollazo de este relato verídico, pero como hay que sacar los traumas para afuera, yo lo cuento todo (excepto el nombre de este señor presidente, al que volví a encontrarme en otra ocasión...)
Este relato está basado en un caso real y no se dicen los nombres para no herir la sensibilidad de algún miembro de tribunal de las oposiciones de 1992.
El compañero que tarmudeaba, después de muchas oposiciones, de visitas al psicólogo y de estudio, también aprobó el año pasado y pudo, por fin, pedir matrimonio a su novia.
La protagonista, o sea yo, aprobó en 2008, pasando más calor aún por circunstancias de la canícula y de la edad.
La amiga de la protagonista, es decir, mi amiga, también aprobó, aunque estaba exenta de las oposiciones por ser mayor de ... (ver la convocatoria).
Ambas vivimos muy felices porque ya somos funcionarias de carrera y amenazamos con publicar nuestras memorias, donde se verán los líos, enchufes y chanchullos varios que sabemos de buena tinta y "con pelos y señales"
En cuánto al presidente (de los vocales no se sabe nada) se ha jubilado, afortunadamente para él, a los sesenta, con indemnización y buena paga, como se merece por toda una vida de dedicación. Siento, enormemente, no haberle dado el gusto de disfrutar de mí como compañera de trabajo. MMHR/2014