Compañeros
Aquel gato se hizo su amigo. Cada vez que pasaba por la calle se acercaba, frotaba su pierna y ronroneaba. Lo adoptaría. Sí, se lo llevó a casa, se hicieron compañeros.
Cuando volvía del trabajo, se sentaba en su sillón favorito y el gato se sentaba en su regazo. Los dos eran felices.
Con el tiempo envejecieron, ya no eran tan amables el uno con el otro. Uno gruñía, el otro refunfuñaba. Por las noches el gato se aposentaba en aquel sillón, sí, en su favorito; ahora él prefería sentarse en la silla. El gato se relame en el sillón, después de cenar, viendo su programa favorito. Él, incómodo en la silla, decide irse a dormir. Mira su cama con nostalgia, recuerda lo a gusto que dormía en ella, entonces, el gato llega y se adueña del lecho mientras él se echa a su lado. El gato lo empuja hasta que consigue que caiga al suelo, sobre la alfombra donde duerme desde hace tanto tiempo...
Un día cuando llegó del trabajo, no podía abrir la puerta, hacía mucho frío; lo intentó de nuevo, buscó la llave que escondía en una maceta del porche y probó, tampoco abría. Tendría que llamar a un cerrajero.
El cerrajero cuando le dio el domicilio le dijo que ese mismo día había cambiado las cerraduras de esa casa para el nuevo inquilino. ¿Nuevo inquilino? El cerrajero se fue. Entonces miró por la ventana y vio al gato repantigado en el sillón, con su mantita, disfrutando de su serie favorita, como cada día. ¿Cómo cada día? No, ¡qué locura! En el sillón estaba él, ¿él? —¿Entonces, si yo soy él, quién soy yo? Dijo, mientras soltaba un bufido—
mmhr/2022
No hay comentarios:
Publicar un comentario