El río baja impetuoso, formando torrentes y despeñándose desde altas rocas, agua fría, helada, cristalina. Erosión, aluviones, cantos rodados. Al llegar a la llanura se ensancha, se calma, riega los campos, recibe vertidos de industrias oleícolas, de ciudades y se entristece. Llegando al curso bajo serpentea, con calma, hasta con desidia, se saliniza, le falta oxígeno, apenas lleva vida y piensa cuando era joven allá en la sierra y las truchas y salmones nadaban en sus aguas, estaba lleno de vida. Sabe que su fin está llegando, se resiste, pero inexorablemente llega al mar. Ya no es dulce, sus aguas ahora son saladas como sus lágrimas.
Arroyo, ¿en qué ha de parar
tanto anhelar y morir,
tú por ser Guadalquivir,
Guadalquivir por ser mar?
tanto anhelar y morir,
tú por ser Guadalquivir,
Guadalquivir por ser mar?
Luis de Góngora y Argote.
Fotos: mmhr (2007-2011)
Fotos: mmhr (2007-2011)
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