La
estupidez anda a trompicones
Es
posible, quizás, todo está en el aire, sujeto con pinzas de
hielo…Las gotas de lluvia mojan mi rostro. ¿Es posible…? Quizás,
algún día vuelva la lluvia; quizás algún día vuelva la estupidez
a andar a trompicones; quizás algún día vuelva al oscuro y
profundo mundo del silencio. No me gustan los martes ni los jueves
nublados. Pienso que es mejor vivir en un eterno viernes con sol y
temperatura primaveral. Mis párpados se cierran, los ojos llorosos
por la luz reflejada en el océano, pero no me importa. Disfruto
mirando el océano los viernes ¡qué absurdo! ¿Acaso no es igual el
mirarlo cualquier día de la semana? Soy absurda, sí, lo confirmo. Y
la estupidez vuelve, ya no camina a trompicones, viene rauda y veloz
y se instala en mi mente adormecida por el sol. Así estoy, el sol me
molesta, la sombra me da frío. Frente al mar, en la hamaca, que bien
se ve el mundo sin pensar en nada. Luego, meditas un poco y ¡ah!
Aparecen los problemas pero, ¿qué problemas tengo? En realidad,
solo la salud. Sigo cuidándome, estirando los meses, los años...El
sol, el mar, la compañía, todo bien menos la arena que ni siquiera
la nombro; no puedo pisar la arena seca, me molesta que se meta entre
mis dedos, no quiero pisar arena. Voy a darme un remojón, no me fío
mucho del oleaje. El agua está fresca, es invierno aún, pero es
agradable. Al final entro en el mar y dejo que el agua acaricie mi
piel. Salgo a los cinco minutos, me envuelvo en la toalla calentada
por el sol ¡qué placer! Menos mal que tengo puesto los escarpines y
la arena no me va a molestar. Camino un poco, sigo hasta el faro. El
sonido del mar, su olor, el calor del sol, podría estar así muchos
días del año pero me obceco con mil pamplinas y me lo pierdo. Debo
intentar llevarme más por aquellas actividades que me causen placer
y además son buenas para la salud del alma y del cuerpo.
Decido
que, desde ya, me voy a dedicar al dolce
farniente,
en la medida de mis posibilidades. Si lo que me gusta, me hace feliz,
también son felices los que me rodean. Si quiero escribir, escribo;
si quiero escuchar música, la escucho; si quiero estar junto al mar,
me voy; si quiero a los demás, debo hacer aquello que les haga
felices. Siempre pensando que la estupidez anda a trompicones y yo
tropiezo mucho. Un poco de orden en mi cabeza tampoco está mal y
priorizar lo que quiero hacer. Vuelvo a la playa, vuelvo al mar en
invierno, primavera y otoño. No, no he olvidado el verano, es que
entonces estar junto al mar no me gusta por la masificación, el
griterío, el bosque de sombrillas, la pradera de toallas...
El
mar, la mar como dice el pescador, el marino. El mar, la mar rizada,
las gaviotas y los cormoranes me saludan en este invierno que termina
soleado y primaveral. El sol, que calienta mi piel con protección
50+, miro el horizonte y descubro que la Tierra es redonda como
dijeron los sabios en la Antigüedad. El mar, la mar, el mar azul o
verde, ¡qué más da! La estupidez camina a trompicones, escribo.
Quizás algún día termine. mmhr/2023