Cuando el tren llegó a la estación de aquel pequeño pueblo se apeó. ¡Tanto tiempo planeando aquel viaje! Estaba seguro de que había tomado la decisión correcta, finalmente. Con la pequeña maleta se dirigió hacia el hostal, único establecimiento hotelero de aquel lugar. Advirtió que por allí no había pasado el tiempo, todo seguía igual. Una vez instalado, se refrescó y salió a dar una vuelta, tenía que hacer ciertas averiguaciones. Fue hasta la plazuela que tantos recuerdos le traía; en ella, se celebraba la verbena cada 15 de agosto por la Fiesta de la Virgen de los Remedios. Recordó que allí la había conocido, habían bailado y compartido risas, buñuelos, más risas y chocolate. Elisa tenía todo lo que él deseaba y se enamoró de ella, bueno, en realidad, fue un flechazo que ató a ambos desde el primer momento en que sus miradas se cruzaron. Preguntó a unos lugareños y le dieron una dirección hacia la que encaminó sus pasos. En cuánto llegó a la calle, aceleró el paso y buscó el nº 17. Elisa estaba sentada, en la puerta de su casa, haciendo encaje de bolillos, rodeada de varias señoras mayores. Su melena castaña, adornada con una moña de jazmines, como la que llevaba el día que se conocieron; oyó su risa cantarina y se emocionó tanto que tuvo que parar para recuperar el aliento. Al llegar, todas pararon la labor y lo miraron con curiosidad. ¡Elisa! dijo, con la voz enronquecida por la emoción. Elisa miró y vio a un joven alto y rubio que la miraba de un modo que la hizo ruborizarse. Lo reconoció, estaba igual que entonces… Se levantó y – ¡Tú! ¿Cómo has tardado tanto? Ha pasado tanto tiempo…Estás igual -le dijo, sorprendida- y yo, tan vieja…No –dijo Antonio– por ti sí que no ha pasado el tiempo. Ambos, agarrados de la mano, se fueron alejando hacia la alameda, sorprendidos de que el amor de su vida no hubiera envejecido después de cuarenta años. mmhr/2015
"La primera
vez que miro brotar la primavera—,
dije, y después, declamatoriamente:
—¡Cuán tarde ya para la dicha mía!—
Y luego, al caminar, como quien siente
alas de otra ilusión: —Y todavía
¡yo alcanzaré mi juventud un día!" (Antonio Machado)
merhum dijo