Era consciente de la pérdida de energía, de vitalidad, de la finitud...
No era capaz de tomar las riendas, se dejaba llevar por la vida como el agua del retrete corre al alcantarillado, deprisa, deprisa. Su mente estaba enturbiada por el humo de los ¿negros? No, negros, no, de los grises pensamientos que lo consumían día tras día.
Nada, no era capaz de hacer nada, excepto vegetar. Vegetar, sí, sentía como salían raíces de su cuerpo que lo ataban más aún al sillón; sus brazos, sus manos, sus dedos, empezaban a formar parte del nuevo ser en el que se estaba transformando. Unos pequeños apéndices habían surgido, hundiéndose en la carcomida cretona estampada del sillón; quiso coger aquella taza de té que estaba sobre la mesa, ya fría, pero no pudo. Sus pies, sus zapatillas, no podía moverlas, lo intentó con todas su fuerzas pero las raíces que salían de sus pies no solo traspasaban las zapatillas, se habían hundido en el parquet. Entonces pensó que realmente no estaba perdiendo energía, vitalidad..., no estaba llegando a la finitud...solamente su materia se estaba metamorfoseando (¡Ay, Kafka, si supieras!, suspiró)...El libro que estaba leyendo había caído sobre su regazo; una raíz de su muslo derecho atravesó el libro sujetándolo para que no cayera al suelo...Poco a poco se transformó la materia, el hombre, el sillón, el libro, y otros objetos cercanos, ahora formaban un todo en medio del salón, un roble cuyas ramas habían alcanzado el techo, rompiéndolo en busca del sol...mmhr/agosto-2016