Pensar mucho, como siempre, era una actividad recurrente; podía recordar momentos, desde muy joven, en los que pensar le ocupaba, a veces, incluso horas, diurnas o nocturnas.
¿Por qué estás tan seria? ¿Te ocurre algo? No, no le ocurría nada, o al menos, que le importase al inquisidor. Solo pensaba. ¿En lo divino? ¿En el más allá? No, no, en nada trascendental. ¿En lo humano? En mis cosas…
¿Para qué pensar en lo divino si no existe? ¿El más allá? Tampoco existe. Pensaba en lo humano, en el más acá, en lo tangible, en sus cosas, en el hoy y en el mañana, en las alegrías y en las penas, en el dolor y en el placer, de todos y en el suyo propio. Se preguntaba por qué tantas desgracias, cómo solucionar los problemas, cómo mejorar su vida y la de los demás…
A veces, se le ocurrieron respuestas que encarrilaron su vida; intentó buscar respuestas que mejoraran la vida deshumanizada de tantos en el mundo pero ahí encontró tantos muros y falta de voluntad, tantos intereses en que una parte de la humanidad siguiera siendo desgraciada…
Con trabajo y tesón mejoró su vida y siguió pensando que no era suficiente. Ahora era más consciente de la falta de justicia social en el mundo. Aportó su granito de arena para que el mundo fuera mejor, pero se necesitaban millones, tantos como hay en las playas y desiertos…
Pensando, siguió pensando; pensando en una respuesta. Al final de su vida le pareció encontrar una respuesta. Tenía que publicarlo en la prensa, todos debían saberla, que corriera por los foros mundiales: tenía la respuesta para que todos los seres humanos tuvieran una vida digna y feliz.
La noticia se extendió por todo el orbe, las redes sociales la difundieron y le llegó una invitación de Naciones Unidas para dar una conferencia en la que explicara la respuesta que había encontrado. Llegado el día, tomó el avión hacia Nueva York; dentro de unas horas, pensaba, todo el mundo podrá saber lo que hay que hacer para que los Derechos Humanos se cumplan para cada uno de los hombres que pueblan cada confín de la Tierra.
Sobrevolaban el Atlántico cuando empezaron a notar fuertes turbulencias; el capitán avisó por megafonía que pasaban por una zona de tormentas pero que no había nada de lo que preocuparse; poco después un rayo impactó en la cabina…; el avión acabó estrellándose en el océano.
Unos segundos antes del choque, notó que pensaba en lo divino y escuchó una voz atronadora diciéndole que nadie podía cambiar los planes que la divinidad tenía para los hombres…MMHR/2018